Lesiones del manguito rotador: tratamiento
En muchas ocasiones, no es necesario tratar las lesiones del manguito rotador, ya que muchos pacientes mantienen la funcionalidad y presentan poco dolor.
En muchas ocasiones, no es necesario tratar las lesiones del manguito rotador, ya que muchos pacientes mantienen la funcionalidad y presentan poco dolor.
No siempre es necesario tratar las roturas de los tendones del manguito rotador, ya que, muchos pacientes mantienen una buena funcionalidad y tienen poco dolor. Esto es especialmente cierto en pacientes por encima de 65 años y sobre todo por encima de 70 años, y en las roturas no traumáticas, que son las más habituales.
La decisión sobre el tipo de tratamiento debe ser muy individualizada en cada paciente, teniendo en cuenta todos los factores: edad del paciente, enfermedades que padezca, hábito de fumar, lateralidad, ocupación laboral, deporte, origen traumático o no traumático, tiempo de evolución, síntomas que le produzca la rotura, exploración física, características de la rotura en las pruebas de imagen (tamaño, número de tendones afectados, retracción, atrofia muscular, espacio subacromial, ascenso de la cabeza humeral, presencia o no de artrosis de hombro o de la articulación acromioclavicular), tratamientos realizados hasta la fecha.
Aunque no podemos establecer algoritmos estrictos de tratamiento, algunas generalidades u orientaciones sí aplican:
El tratamiento quirúrgico de las roturas del manguito rotador consiste en suturar el tendón o los tendones rotos volviéndolos a llevar a su zona de inserción en el hueso que hemos preparado previamente para favorecer la unión biológica. La cirugía es vía artroscópica la mayor parte de las veces (a través de 4 o 5 pequeñas incisiones o “portales de artroscopia” de 5-8 mm sin abrir la articulación) o abierta en función de la rotura (localización y tamaño), habitualmente bajo anestesia locoregional (plexo intereescalénico) y sedación o anestesia general en determinados pacientes.
Para reparar los tendones se suelen utilizar unos anclajes (pequeños tornillos, hoy en día habitualmente de material reabsorbible que se clavan en el hueso y de los que salen las suturas de alta resistencia con las que cosemos los tendones) que quedan enterrados en el hueso y que habitualmente no producen molestias ni es necesario retirar más adelante. Además de reparar el tendón o los tendones rotos, en la cirugía se realizan otros gestos para mejorar el dolor: eliminar la bursa (tejido de interposición entre los tendones y el hueso que se sitúa por encima – acromion – ya que suele estar inflamada y deteriorada y es una fuente de dolor), acromioplastia (eliminar fresando – limando – una proliferación ósea muy habitual en la parte más anterior del acromion que a menudo acompaña a – aunque no es la causa de – las roturas de los tendones del manguito), y, cuando es necesario, actuar sobre el tendón del bíceps que puede estar deteriorado y es una fuente frecuente de dolor. Puede ser necesario cortarlo simplemente (tenotomía) – lo que elimina el dolor y paradójicamente no deteriora la función del brazo en pacientes de baja demanda – o hacer una tenodesis (cortarlo igualmente pero fijándolo más abajo mediante un tornillo o anclaje en su carril – llamado corredera del bíceps) en pacientes más jóvenes (por debajo de 50 años) o de mayor demanda: si bien no hay una mayor pérdida de fuerza en la tenotomía con respecto a la tenodesis, es algo más frecuente la deformidad estética llamada “signo de Popeye” (caída del vientre muscular del bíceps) tras la tenotomía, especialmente en varones. Asímismo, muchos pacientes mayores tienen también artrosis acromioclavicular que puede requerir la resección del extremo distal de la clavícula (Mumford); todos estos gestos asociados o intervenciones secundarias se realizan en la misma operación cuando son necesarias.
Es una cirugía segura ya que las estructuras vasculares y nerviosas no están próximas a la zona de reparación, y la buena vascularización del hombro hace que la tasa de infecciones sea más baja que en otras articulaciones.
Tras la cirugía se utiliza un cabestrillo estándar en roturas pequeñas y un cabestrillo de abducción (con el brazo más separado del cuerpo) en las roturas más grandes. En la mayor parte de las ocasiones, el paciente pasa una noche en el hospital y puede ser dado de alta al día siguiente. Con la analgesia adecuada, no es una cirugía especialmente dolorosa aunque los pacientes necesitan seguir con medicamentos analgésicos en las siguientes semanas tras la cirugía. El protocolo postoperatorio de cabestrillo, movilización y rehabilitación, dependen mucho del tipo de rotura.
En general, durante las tres primeras semanas, el paciente realiza sólo ejercicios pasivos que se le indican en el momento del alta, y, una vez que han bajado la inflamación y el dolor, se inicia fisioterapia suave. El concepto es que los tendones reparados son tendones degenerados, por lo que es necesario dejarles un tiempo de cicatrización antes de requerirles función activa. Por eso, en la mayor parte de las roturas, tras la cirugía los movimientos que se autorizan son pasivos hasta la sexta semana, asistidos (el tendón ya trabaja pero siempre con ayuda: poleas, en suspensión, con ayuda del fisioterapeuta o con una barra) de la semana seis a la semana 10 o 12, y sólo empezar ejercicios de fortalecimiento a partir de los tres meses.
Aunque se podría forzar más, no es conveniente ya que se ha demostrado que los protocolos acelerados de rehabilitación se asocian a tasas de re-roturas o falta de cicatrización de los tendones más altas. Hay que advertir al paciente que normalmente empezará a notarse mejor que antes de la operación entre el tercer y cuarto mes, no antes, circunstancia que debe avisarse para no crear falsas expectativas.
En las fases iniciales de rehabilitación el objetivo es el control del dolor y la inflamación, evitar la rigidez con ejercicios de rango articular, así como tratar las contracturas a nivel del trapecio y región escapular que suelen aparecer en el postoperatorio durante las primeras semanas. Los ejercicios de fortalecimiento se difieren hasta el tercer mes, incluso más tiempo en las roturas más grandes. Es una cirugía predecible ya que la mayor parte de los pacientes van a mejorar de sus síntomas de forma significativa aunque tardaran unos meses en alcanzar ese resultado. La fuerza es lo último que se recupera (hasta el año) y puede no recuperarse de forma completa. Hasta un 20% de los tendones reparados no llegan a cicatrizar, lo que no supone necesariamente un fracaso ya que muchos pacientes mejoran a pesar de todo del dolor y de la funcionalidad.